Despierto. Tratando de recordar lo que acabé de soñar, fragmentos estériles de una historia; fantasías entre lazadas. Poco a poco voy ordenando lo que viví en sueño… de un lado, estaba mi infancia: mis padres, fragmentos que poco a poco se turban y dan un giro cuando estaba con él, aquella persona con la que estuve enamorado y puntos suspensivos. El sueño se suspende por un momento, y comienza a rasgarse su presencia. Él poco a poco se va desuniendo.
Silencio.
Nada.
Abismo.
Sí. Mientras su recuerdo se iba desvaneciendo algo en mí se abría, es, un abrir en donde se van desprendiendo las paredes de recuerdos, éstas van cayendo poco a poco ¿qué es lo que cae? De repente, me doy cuenta que mi historia, en mi narrativa estoy solo. Mi sueño hablaba sobre las extrañezas que siento al estar con él, estamos juntos pero siempre distantes… siempre sintiéndome con una brecha hacia con el otro. ¡Cuánto me gustaría poder zurcir esa brecha y por fin estar cerca de él. Brecha. Distancia, Abismo… sí, siempre he estado en el abismo ¿es que debo de caer yo para que él esté? Pero… ¡y si cae él!… si cae él, cae mi fe, esa sensación de esperanza, de que algo es palpable, verídico y no ficción, él es como aquel soporte que creo poder tener pero que sé que no lo tengo ¿como se vive sin estar preparado, sin tener, justo eso, un soporte, un yo? Lo que se desgarra y cae en el abismo es mi yo. Él es una especie de Dios que me acompaña que me da un aliento en los momentos de angustia, esa ese signo que buscamos locamente cuando estamos perdidos. Si cae él…
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