El gato que vive cerca de mi casa de pelaje sucio y desgastado, pues, su vida siempre está en el borde. La vida en la ciudad no es fácil.
Hoy, no llegó. Hay veces en que el gato se tarda en regresar a su morada ¿será que pierde? hay veces que se ausenta dos o cinco días; sin embargo, hoy no llegó.
Viendo la ventana me pregunté: ¿Cuándo fue la última vez que lo vi? ¡Ah! fue el jueves, después de llegar de trabajar. Estaba cansado por atravesar la ciudad, cuando por fin llegué a mi casa: un pequeño cuarto blanco y luminoso, con montañas de libros y plantas. Hay algo que pasa cuando entro a mi habitación, un desplome interno acontece y, luego, me dirijo a la ventana para ver si encuentro al gato que vive en el borde, se escabulle de un lado a otro, cambia de lugar sin problema alguno – o eso es lo que aparenta –. Pasa de estar dentro de la casa a estar afuera, sin preocupación, lo hace de una manera fluida, elegante. También, vive al borde porque corre peligros en la calle, toma riesgos para ir a su morada preferida: unas piedras, justo debajo de un árbol que hace de filtro para la luz del sol.
¿vivir en el borde y al borde? en la segunda opción, es un "al borde" como una manera de tomar acción, de enfrentarse, de posicionarse ante aquello que busca. Eso es lo que veo en aquel gato y que me hace preguntarme: ¿Por qué a mí me cuesta trabajo la vida? Hay algo que me hace sentir que toda acción mía fuese yermo, provoca en mi cuerpo un vacío que se expande... Tal vez es ese derrumbe que siento al llegar a mi habitación, derrumbe de las miradas de los demás, de los Ideales, de las historias que me con-forman... se derrumban las máscaras que trato de sostener día a día.
A quién no lo cuesta trabajo la vida? La vida es arte.
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